La obesidad

Hace 50 años se introdujo la obesidad dentro de la clasificación internacional de enfermedades y actualmente puede ser considerada una epidemia universal ya que si en 1995 había 200 millones de adultos obesos en el mundo y otros 18 millones de niños menores de 5 años con sobrepeso, actualmente se estima que unos 300 millones de personas en el mundo son obesas, constituyendo la obesidad un importante problema médico y de salud pública. Con el nuevo milenio se abre una nueva era respecto a la medicina.

La clave para perder grasa no consiste en contar calorías, sino en la correcta relación entre los macronutrientes, proteínas, carbohidratos y grasas de la comida que se ingiere, por eso, olvidarse de la báscula, de contar calorías, pasar hambre, probar dietas… y simplemente aprender a comer lo que necesita cada uno.

En condiciones normales, el organismo posee mecanismos complejos encargados de mantener un balance energético adecuado. La energía se almacena en forma de tejido adiposo porque es el que puede acumular más cantidad de energía química (1 gr. de tejido graso almacena 9 Kcal.). Asi, el individuo puede disponer de unos depósitos adecuados de grasa-energía que le permiten desarrollar las distintas funciones vitales.

La obesidad se ha venido definiendo como un peso corporal >30% del peso ideal o deseable según las tablas estatura-peso estándar. Hoy suele definirse en términos de índice de masa corporal (IMC): peso (en kilogramos) dividido por el cuadrado de la estatura (en metros).

La nueva guía de alimentación recomienda reducir la ingesta de grasa hasta aproximadamente un 30% de las calorías y aumentar la ingesta de frutas, verduras y cereales.  Su finalidad es aportar nutrientes esenciales como parte de una dieta sana. Con este fin, el Department of Health and Human Science del USDA ha elaborado directrices nutricionales generales que complementan la pirámide-guía de la alimentación.

El pronóstico de la obesidad es malo; la obesidad, sin tratamiento, tiende a progresar. La mayor parte de los tratamientos permiten perder peso, pero la mayoría de las personas vuelven a su peso anterior al tratamiento en 5 años. En años recientes, los objetivos y los métodos de tratamiento de la obesidad han cambiado radicalmente como consecuencia de dos avances. El primero es la evidencia de que una pérdida de peso modesta, 10% o tal vez incluso 5% del peso corporal, es suficiente para controlar, o cuando menos mejorar, la mayoría de las complicaciones de la obesidad. Por consiguiente, no existe motivo para perseguir el tradicional objetivo de alcanzar un peso corporal ideal, lo cual sólo se consigue raras veces y, si se alcanza, resulta tan difícil de mantener.

La «solución del 10%» se ha convertido en el objetivo de la mayor parte de los programas de tratamiento.  

Objetivos:

En el organismo normal existen mecanismos que protegen para la ganancia de peso como para la pérdida. El cerebro controla las señales (anorexígenas) de saciedad y las (orexígenas) de hambre para tener un balance perfecto.

El segundo avance, derivado del escaso mantenimiento de la pérdida de peso durante el tratamiento, es cambiar el objetivo de la pérdida de peso por el del mantenimiento del peso, alcanzando el mejor peso posible en el contexto de la salud general.

  • Sobrepeso grado I = Dieta + Ejercicio físico
  • Sobrepeso grado II = Reducción de peso: 5-10%
  • Obesidad grado I = Reducción de peso: 10%
  • Obesidad grado II = Reducción de peso: > 10%
  • Obesidad grados III y IV = Reducción de peso: 20-30%

Los síntomas y los signos de la obesidad consisten en las consecuencias inmediatas de una gran masa de tejido adiposo. La obesidad puede conducir a alteraciones ortopédicas de las articulaciones que soportan el peso y de las que no lo soportan. Los trastornos cutáneos son particularmente frecuentes; el aumento de sudor y secreciones cutáneas, atrapadas en los gruesos pliegues de la piel, produce un medio de cultivo propenso a la proliferación de hongos y bacterias y a infecciones.

Etiología

En cierto sentido, la causa de la obesidad es simple: gastar menos energía de la que se ingiere. Pero en otro sentido es ambigua por  afectar a la regulación del peso corporal, principalmente de la grasa corporal. Todavía no se comprende del todo cómo se logra esa regulación.

El peso está regulado con gran precisión. Por ejemplo, durante toda la vida una persona media consume como mínimo 60 millones de kcal. Una ganancia o pérdida de 50 kg, que representa 72.000 kcal, implica un error en el peso no superior al 0,001%. Se cree que la regulación del peso corporal no sólo tiene lugar en personas de peso normal, sino también entre muchas personas obesas, en quienes la obesidad se atribuye a una elevación del punto de ajuste alrededor del cual el peso resulta regulado. Los determinantes de la obesidad pueden dividirse en genéticos, ambientales y reguladores.

Determinantes genéticos

Descubrimientos recientes han contribuido a explicar cómo los genes pueden determinar la obesidad e influir en la regulación del peso corporal. Por ejemplo, las mutaciones del gen ob han llevado a una obesidad masiva en ratones. La clonación del gen ob condujo a la identificación de la leptina, una proteína codificada por este gen; la leptina es  producida por las células del tejido adiposo y actúa en el control de la grasa corporal.

La existencia de la leptina apoya la idea de que el peso corporal es regulado, porque la leptina sirve de señal entre el tejido adiposo y las áreas del encéfalo que controlan el metabolismo de la energía, el cual influye sobre el peso corporal.

La medida de las influencias genéticas sobre la obesidad humana se ha valorado mediante estudios en gemelos, en individuos adoptados y en familias. En los primeros estudios sobre gemelos, se calculó que la heredabilidad del IMC era muy alta, alrededor del 80%, y este valor sigue citándose con frecuencia.

Los resultados en individuos adoptados y los estudios en familias, sin embargo, coinciden en una heredabilidad en torno al 33%, la cual en general se considera más razonable que la de los estudios en gemelos. Las influencias genéticas pueden ser más importantes en la determinación de la distribución regional de la grasa que en la grasa corporal total, especialmente el crítico depósito de grasa visceral (v. más adelante).

Determinantes ambientales

El hecho de que las influencias genéticas expliquen sólo un 33% de la variación en el peso corporal significa que el ambiente ejerce una influencia enorme. Esta influencia está ilustrada espectacularmente por el notable aumento en la prevalencia de la obesidad en la última década.

El nivel socioeconómico tiene una importante influencia sobre la obesidad, particularmente entre las mujeres. La correlación negativa entre nivel socioeconómico y obesidad refleja una causa subyacente. Los estudios longitudinales han mostrado que educarse con un nivel socioeconómico más bajo es un poderoso factor de riesgo de obesidad. Los factores socioeconómicos tienen importantes influencias tanto sobre la ingesta de energía como sobre el consumo energético.

Una gran ingesta de alimentos se asocia con obesidad. Durante muchos años se creía que la obesidad estaba causada por oscuras perturbaciones metabólicas y que la ingesta de alimento era normal.

Sin embargo, el método del agua doblemente marcada, que emplea isótopos estables del hidrógeno y el oxígeno, muestra que las personas obesas tienen un gran consumo de energía, lo cual a su vez exige una ingesta de alimentos grande. Además, esta gran ingesta de alimento suele incluir una gran ingesta de grasa, la cual predispone por sí misma a la obesidad.

El estilo de vida sedentario, tan prevalente en las sociedades occidentales, es otra influencia ambiental importante promotora de obesidad. La actividad física no sólo consume energía sino que también controla la ingesta de alimento. Los estudios en animales indican que la inactividad física contribuye a la obesidad por un efecto paradójico sobre la ingesta de alimento. Aunque éste aumenta con el consumo de energía, la ingesta de alimento puede no reducirse en proporción cuando la actividad física cae por debajo de un nivel mínimo; de hecho, la restricción de la actividad puede aumentar la ingesta de alimento en algunas personas.

Determinantes reguladores

El embarazo es el principal determinante de la obesidad en algunas mujeres. Aunque la mayoría pesan sólo un poco más un año después del parto, en torno a un 15%, pesan unos 5 kg más con cada embarazo.

Un aumento de células adiposas y de la masa de tejido adiposo durante la lactancia y la niñez, y para algunas personas gravemente obesas incluso durante la edad adulta, predispone a la obesidad. Este aumento puede dar como resultado cinco veces más células adiposas en personas obesas que en personas con peso normal. Ponerse a dieta reduce sólo el tamaño de la célula adiposa, no el número de éstas. En consecuencia, las personas con tejido adiposo hipercelular pueden bajar a un peso normal solamente por depleción intensa del contenido lipídico de cada célula. La dificultad de esta depleción y los procesos asociados en la membrana celular pueden poner un límite biológico a su capacidad para perder peso y pueden explicar sus dificultades para descender a un peso normal.

Los fármacos se han sumado hace poco tiempo a la lista de determinantes de la obesidad a causa del uso creciente de la farmacoterapia. Puede producirse ganancia de peso por las hormonas esteroides y las cuatro clases principales de fármacos psicoactivos: antidepresivos tradicionales (tricíclicos, tetracíclicos, inhibidores de monoaminooxidasa), benzodiacepinas, litio y fármacos antipsicóticos. Limitar el uso del tratamiento farmacológico para prevenir la ganancia de peso puede constituir un dilema terapéutico importante.

 Los factores endocrinos han sido clásicamente considerados como importantes determinantes de obesidad. El hiperinsulinismo por neoplasias pancreáticas, el hipercortisolismo de la enfermedad de Cushing, la disfunción ovárica del síndrome del ovario poliquístico y el hipotiroidismo han sido implicados en algunas causas de obesidad, pero los determinantes endocrinos afectan sólo a un pequeño número de personas obesas.

Actualmente se cree que los factores psicológicos, antes considerados como importantes determinantes de obesidad, se limitan principalmente a patrones alimentarios desviados. El trastorno de la bulimia se caracteriza por el consumo de grandes cantidades de alimento en poco tiempo con una sensación subjetiva de pérdida de control durante la comida excesiva y sufrimiento después de ella. A diferencia de los pacientes con bulimia nerviosa, estos pacientes no realizan conductas compensadoras, como el vómito; por ello sus excesos al comer contribuyen a una ingesta calórica excesiva. Se cree que el trastorno de la bulimia existe en un 10 a un 20% de las personas participantes en programas de reducción de peso.

El síndrome de la alimentación nocturna consiste en anorexia matutina, hiperfagia nocturna e insomnio. Se presenta aproximadamente en un 10% de las personas que buscan un tratamiento para la obesidad. El tipo de entrenamiento que debe llevar a la práctica es el de resistencia. La idea es que realiza actividad aeróbica durante 40 minutos o más cuya intensidad sea liviana. En este tipo de entrenamiento los músculos utilizan la grasa almacenada como combustible y, de esa manera, se reducen los almacenamientos adiposos. La hora ideal para entrenar es la mañana ya que es más beneficioso si el estómago se encuentra vacío debido a que al carecer de reservas se acelera la combustión de las grasas.

Otro factor a tener en cuenta es la variedad en la dieta. Si uno come siempre lo mismo o su dieta es sumamente limitada, el cuerpo no recibe los nutrientes necesarios para su mantenimiento y desarrollo.

Respecto a realizar ejercicios abdominales para bajar la grasa abdominal es un mito. Lo cierto es que una vez que haya bajado de peso y eliminado la grasa abdominal, si podrá hacer ejercicios abdominales y notar resultados.

Si tiene en cuenta estos consejos y tiene paciencia seguramente usted podrá eliminar esa grasa que afecta no sólo su apariencia sino su salud.

SOBREPESO Y OBESIDAD

En España, el índice de obesidad entre la población adulta es del 14,5% y en el caso de los ciudadanos con edades entre los 2 y los 24 años, el porcentaje es del 13,9%. 

En España uno de cada dos adultos tiene exceso de peso. El patrón de distribución corporal es un dato de gran relevancia a la hora de evaluar al paciente obeso y su posible comorbilidad. En este sentido, se distinguen dos tipos de obesidad.

LA GRASA ABDOMINAL

Un serio indicador de obesidad y por ende de riesgos en la salud es el músculo abdominal recubierto por los lípidos. Cuando las mujeres tienen sobrepeso, éste suele acumularse en la zona de las caderas, mientras que cuando los hombres son víctimas de un exceso de peso, la grasa suele estacionarse en la región abdominal, zona mucho más peligrosa para la salud. La grasa depositada en esta región del cuerpo es signo de obesidad general y considerada símbolo de futuros problemas cardíacos.

Cuando no se utilizan energías las grasas e hidratos de carbono consumidos de más se transforman en ácidos grasos en el hígado y se almacenan. Si bien esas grasas se acumulan en los adipositos también se encuentran dentro de los tejidos musculares. Estas pequeñas porciones de grasa que se encuentran en los músculos son utilizadas como combustible del que se puede disponer rápidamente. Los motivos son múltiples y variados y van desde la mala alimentación al sedentarismo, pasando por el estrés, la frustración, las hormonas, las enzimas hepáticas, los genes, el nivel de triglicéridos. Entonces, luego de saber esto, es necesario seguir un plan para intentar revertir la situación.

No sólo es necesario establecer un régimen alimenticio saludable, bajo en grasas y calorías, sino también implementar una rutina de ejercicios físicos para perder ese peso de más. Es necesario comer pequeñas porciones de alimentos nutritivos, pero de bajo valor calórico divididos en cinco o seis comidas diarias.

Asimismo es fundamental mantener el cuerpo correctamente hidratado bebiendo al menos dos litros de agua por día.

Al comer grasas elegir aquellas que son monoinsaturadas como el pescado, las nueces o el aceite de oliva. Evitar chocolates, mantecas, helados, mayonesa.

Es más sano recostarse a dormir con el estómago liviano. Es conveniente cenar dos horas antes de irse a dormir e ingerir alimentos livianos como vegetales o frutas.

Es esencial tener presente que la pérdida abrupta de peso no es saludable. Lo ideal es realizar una dieta sana y no restrictiva, debido a que lo que rápido se va, rápido regresa.

El tipo de entrenamiento que se debe llevar a la práctica es el de resistencia. La idea es realizar actividad aeróbica durante 40 minutos o más cuya intensidad sea liviana. En este tipo de entrenamiento los músculos utilizan la grasa almacenada como combustible y, de esa manera, se reducen los almacenamientos adiposos.

La hora ideal para entrenar es la mañana ya que es más beneficioso si el estómago se encuentra vacío debido a que al carecer de reservas se acelera la combustión de las grasas.

 CIRCUNFERENCIA DE LA CINTURA

La circunferencia de la cintura es una medida común que se utiliza para evaluar la cantidad de grasa abdominal. La presencia de grasa corporal excesiva en el abdomen, al no estar en proporción a la grasa corporal total, se considera una variable independiente predictiva de factores de riesgo y enfermedades asociadas con la obesidad. Las circunferencias de cintura no deseables son diferentes para los hombres y las mujeres. Los hombres que corren riesgo tienen una medida de cintura de más 100 cm. Las mujeres que corren riesgo tienen una medida de cintura de más de 88 cm.

Con una cinta métrica, se mide la distancia alrededor del área más pequeña debajo de la caja torácica y arriba del ombligo. Se mide la circunferencia de la cadera con una cinta métrica y la distancia alrededor de la extensión más grande del trasero.

 Equipo de Nutrición y Medicina

Clínica Magnasalud

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